
La transformación silenciosa en la adscripción de los jugadores
Francisco Medina
Las transformaciones sociales, políticas y económicas trajeron ciertas consecuencias al campo del deporte universitario. En el plano deportivo los movimientos estudiantiles de los sesenta y los setenta, la participación de los 'porros', así como las prolongadas huelgas de la década de 1980, y el inicio de la expansión de la educación superior privada, resonaron en el sistema de competencia del fútbol americano.
Si bien los estudiantes y sindicatos aparecieron como entes conflictivos y perjudiciales para el desarrollo de las instituciones y del país, en especial los jugadores de fútbol americano y muchos de sus aficionados fueron señalados como 'porros' pertenecientes a grupos de choque en contra de estudiantes y profesores. El incremento de la violencia en los estadios disminuyó drásticamente el número de aficionados asistentes a los encuentros, incluso algunos juegos se cancelaron por la falta de garantías para la seguridad de los aficionados y más aún de los no asistentes a los juegos, debido a continuos daños ocasionados a personas y comercios en vías públicas (Morales, 1996).
En el plano competitivo, la década de 1970 se caracterizo por la división del equipo de la UNAM en tres representativos debido a las presiones ejercidas en la liga para equilibrar la competencia dado el dominio de aquella institución (Morales, 1996), y por la incursión al torneo nacional de los equipos del Tecnológico de Monterrey y de la Universidad Autónoma de Nuevo León, quienes dominaron la liga durante gran parte de la década junto con el equipo del club 'Acción Deportiva' (apoyado por la entonces Dirección de Acción Deportiva del Departamento del Distrito Federal) (Morales 1996). De 1970 a 1977 estos tres equipos obtuvieron seis campeonatos de los ocho disputados. Ello significó que si bien la UNAM y el IPN dominaron el campo durante décadas, esto cambio cuando incursionaron tres equipos con el suficiente capital deportivo para competir contra las tradicionales potencias deportivas.
Para 1978 los equipos del Tecnológico de Monterrey y de la Universidad Autónoma de Nuevo León se retiraron del torneo debido a la violencia e inseguridad en los estadios y a las presiones en la liga por la desventaja ante las becas ofrecidas a jugadores superiores al promedio de los nacionales. Por su parte, el equipo de. 'Acción Deportiva' dejó de recibir recursos del Departamento del Distrito Federal y fue incorporado al Instituto Politécnico Nacional. A partir de 1978 y hasta 1992, el balance de los campeonatos y las finales jugadas favoreció nuevamente a las instituciones tradicionales. Ningún equipo fuera de la Universidad o el Politécnico logró ganar algún campeonato en 15 años. Una vez más la liga se sostuvo básicamente por la participación de los equipos de las instituciones públicas tradicionales, como casi siempre había sido; la UNAM llegó a tener hasta cinco equipos representativos (Águilas Reales, Cóndores, Guerreros Aztecas, Huracanes y Osos) y el Politécnico otros seis (Águilas Blancas, Pieles Rojas, Cheyenes, Búhos, Ola Verde y Lobos).
En el transcurso de este periodo (1978-1992) sucedió paulatinamente una transformación silenciosa en la filiación educativa de los jugadores en el subcampo del fútbol americano universitario capitalino. Algunos de los jugadores integrantes de los equipos campeones del Politécnico (Águilas Blancas y Pieles Rojas) y sobre todo de la Universidad Nacional (Cóndores y Osos), ya no estudiaban en ellas. Al parecer los efectos del desprestigio de las instituciones de educación superior públicas y el despunte del sector privado empezaron a influir en la orientación de las decisiones de los estratos medios de la población; quizá, en esos sectores a los cuales habían pertenecido tradicionalmente muchos de los jugadores de mayor calidad en el fútbol americano.
Tal vez, poco a poco algunos de los sujetos con recursos para estudiar la licenciatura, practicantes de fútbol americano, se retiraron hacia las universidades privadas, pero continuaron jugando en las instituciones tradicionales, tal vez porque seguían representando las mejores opciones para continuar la práctica el deporte de su preferencia en el nivel de liga mayor y mantener la posibilidad de ganar los campeonatos; también porque formaban parte de las imágenes ideales del éxito deportivo incorporadas en sus estilos de vida; y porque la mayoría de ellos habían sido iniciados en esta disciplina por los entrenadores provenientes del Politécnico y de la Universidad, quienes reprodujeron el interés y el mundo de creencias de ese espacio vital.
Desde este punto de vista, los jóvenes prospectos para jugar la Liga Mayor del fútbol americano en México, y de hecho en cualquier nivel superior de cualquier deporte, crecen asistiendo a los eventos competitivos, viéndolos por televisión, escuchando las narraciones radiofónicas, leyendo las noticias deportivas, incorporando las imágenes, el lenguaje, la ropa, deseando ser una figura deportiva o pertenecer al equipo admirado. Por que, además de que en las competencias se lleven a cabo procesos de implicación afectiva y comunicativos de transmisión de identidad, también el campo del deporte difunde los modos de ser, de actuar y de pensar al mundo que forman los estilos de vida propios del campo del deporte, mismos que orientan cierto tipo de posibilidades de realización personal y de satisfacción de aspiraciones sociales como el del cuidado del cuerpo, la preservación de la salud o los deseos de triunfo y éxito sociales.
El aspecto medular desde un punto de vista netamente deportivo, consiste en comprender que los deportistas prospectos crecen deseando jugar en el equipo campeón, debido quizá a la orientación del modelo de vida a seguir, en el cual, el éxito social se encuentra relacionado al triunfo en diversos aspectos de la vida como en el deporte (o tal vez el deporte reafirma el rasgo exitoso del triunfador). Por el contrario no se desea perder, por lo que no se pretende jugar en un equipo perdedor, ni ser adepto a un perdedor. Se cree en las recompensas sociales brindadas al triunfador tales como el reconocimiento social bajo las formas reputación y prestigio, se cree en los privilegios y recompensas, resultado de la orientación de expectativas y posibilidad de satisfacer necesidades sociales a las cuales el deporte ha contribuido a generar.
En el deporte universitario las disciplinas deportivas, los equipos y las instituciones educativas se encuentran relacionados en un nodo simbólico de aspiraciones sociales en el que los intereses, las creencias, los objetos en juego y el capital, toman formas específicas. El deporte genera algunas de las expectativas y la educación otras. Ambas representan las posibilidades de reconocimiento social, movilidad y ofrecen cumplir las aspiraciones del éxito. Son estas formas de realización (individual y colectiva), las que se integran en el nodo simbólico y, son éstas, las que orientan las aspiraciones específicas de los sujetos inmersos. De ser así, los sujetos involucrados en el campo del deporte universitario guiarían sus elecciones con base en dos referentes principales: los equipos campeones (o con posibilidad de serlo) y las instituciones de educación superior donde poder formarse. Las variables objetivas de posibilidad efectiva para alcanzar la meta dependerían de los recursos económicos de la familia, de las aptitudes atléticas y deportivas de cada sujeto, de las opciones académicas ofrecidas y las perspectivas de empleabilidad, entre otras que puedan descubrirse.
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