miércoles, 29 de junio de 2011

El poeta de la radio

El poeta de la radio: "

Todos hablan del mismo dolor con distintas palabras. Les duele donde a mí del mismo modo.


Es un dolor que no se manifiesta como el parto, la caries, la fiebre o los callos triturados o la gripe.


Es un dolor que está como el almíbar, como un vaso de té, como un helado. Como el dolor que es, es de igual modo.


Como escribir, como hablar, como existir, como pensar al ser. Es un dolor que pare sin dolor ¡Por cojo!


Aunque lo quiera nadie, es un dolor que está de todos modos.


El dolor, cuando es del cuerpo es una sensación molesta causada por un factor interior o exterior. El dolor corporal, según los médicos, es el aviso de que algo anda mal, pero que tiene remedio… pero ¿Y el del alma? El dolor del alma se manifiesta como un sentimiento de pena y congoja, desaliento, desánimo, desfallecimiento de las fuerzas, privación de sentido, fatiga, angustia y aflicción de ánimo.


Ese dolor que resulta insoportable y que parece que nunca pasará, se vierte como las demasías de una presa para correr por el torrente circulatorio e invadir cada célula del cuerpo. Y todo a partir de una pérdida.


Como paliativo o defensa de la integridad humana está el sentimiento más común y más corriente: ¡El Amor! El que se da para sentirse en el instante en que lo novedoso y deslumbrante desaparece, del que se dice que no sólo es dar, sino darse en el dar. El oportuno, el espontáneo, el entusiasta, el que da lo suficiente aunque sea necesario. El amor que es un tapón de corcho donde apenas caben dos y que vive, mientras pasa, flotando en un atascadero de perdón.


El mismo que se sustenta en la fuerza y el poder de los cinco pilares que bien pudieran ser consolidados en la roca o esculpidos en la fantasía de la arcilla: LA CONFIANZA, EL RESPETO, LA SINCERIDAD, LA LEALTAD Y EL CARIÑO. La pérdida de una sola de estas columnas será el origen, la razón y la causa del desmoronamiento de la razón para vivir el más grande y ultrajante de todos los dolores ¡El del alma!


Con la seguridad de que siendo yo el menos indicado para hacerlo, pero con el cumplimiento de un deber que va mas allá de mi fuerza de voluntad, he de abordar el tema bajo la consigna de que siendo humano como todos y sujeto a las pasiones de la carne, me apego con responsabilidad al precio que tuviese que pagar por la osadía de asegurar que el único motivo por el que se rompe un juramento de lealtad -aunque esto fuese consecuencia de una causa no pretendida por uno, sino resultado de las circunstancias de estar en el lugar equivocado en el momento menos oportuno- ¡Es la Traición!



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