
Reflexiones en ayunas
Dicen que México ha perdido el rumbo a partir de no tener una sociedad coherente y por falta de identidad. México no sabe hacia dónde va porque en el fondo de su conciencia sabe que no es posible creer en una historia que ha sido fundamentado en la mentira.
Ayer, al escribir la entrega del lunes pasado, recordé lo que nos dijo el historiador mexicano Víctor Manuel Villalpando en el sentido de que Doña Margarita Maza de Juárez no era hija engendrada en el seno de la familia sino que había sido recogida por los señores Maza y que, por ende, no era ni criolla ni española como las tres hijas que convivieron con ella dentro de la mansión, pero que no compartieron ni estatus ni destino porque ellas sí fueron esposadas con españoles como era la costumbre de aquellos años cuarenta del siglo diecinueve.
Nos han dicho en la historia oficial que Don Antonio y toda su familia gozaba de la estimación del pueblo porque ni abusaban ni mucho menos discriminaban a nadie por su raza o color de piel. Y que habiendo recogido también a Benito cuando tenía 13 años, no tendría reservas en aceptar que la menor de sus criaturas casara con él.
Todo se antoja romántico y noble hasta que nos damos cuenta, más adelante, que Margarita se vio obligada a abrir una tiendita para mantener a sus ocho hijos y además enviar a su marido dinero para que se mantuviese en Nueva Orleáns durante su exilio y que en ningún momento Don Antonio Maza le otorgó ayuda alguna y uno se pregunta ¿Qué imagen será mejor resguardar, la del padre noble o la del padre real cuya naturaleza parte del hecho de que Margarita no era su hija y que, por lo tanto, no tenía ninguna obligación de mantenerla ni a ella ni a sus hijos y mucho menos a aquel indio empecinado y necio como todos los de su raza que resulta ser su marido?
O si ahondamos en la enseña patria donde el símbolo es un icono Mexica en donde una águila se posa en un nopal a la mitad del lago que sirvió de sustento a la nación más poderosa de Mesoamérica, símbolo impuesto por los descendientes criollos a los pueblos que fueron dominados por los aztecas durante 150 años y que al final los entregaron al enemigo que debió de ser común y que se convirtió en su nuevo amo durante 300 años.
O la leyenda de los niños héroes que no eran seis nombres que posteriormente el General Miguel Miramón escogió los nombres más rimbombantes para fabricar los héroes que el emperador Maximiliano necesitaba, sino más de 30 que se quedaron a defender a su colegio y que muchos de ellos fueron literalmente cazados desde la base del castillo cuando los gringos disparaban a mansalva cuando se descolgaban por uno de los balcones por órdenes directas de sus superiores, cuando al darse cuenta de que no tenían armas obligaron a los muchachos a salir huyendo contra su voluntad.
Está dicho que la leyenda es la historia adornada por los dichos de la gente a partir de un hecho real; pero también está escrito que un mito jamás podrá sustituir a un evento real. Dos sexenios habrán de sucederse en los que aprendimos a conocer y respetar a los héroes de carne y hueso dejando a un lado a los acartonados símbolos impuestos por un sistema oficializante y manipulador.
¿Será que entre el 2012 y los que vengan después volveremos a lo de antes sin que esta tendencia alcance a consolidarse en la conciencia de la gente?
Si el camino más corto entre dos puntos es la línea recta, lógico sería que la ley del menor esfuerzo se aplicara a lo más derecho; sin embargo lo más difícil será organizar un movimiento perpetuo para facilitar la comprensión de una verdad del tamaño del mundo “La verdad, nos haría libres” ¿Será?
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