jueves, 15 de septiembre de 2011

El dragón dorado

El dragón dorado:


* Ilegalidad, sinónimo de invisibilidad


Una narrativa arriesgada y vertiginosa, además de una puesta en escena "corporal y surrealista", es lo que “El dragón dorado” ofrece en el Teatro Santa Catarina. Bajo la dirección de Daniel Giménez Cacho, la obra del alemán Roland Schimmelpfenning se presenta de jueves a domingo hasta el 20 de noviembre.


"El dragón dorado" es un restaurante de comida oriental ubicado en la planta baja de un edificio de departamentos en Alemania. La acción dramática comienza -y se desarrolla- en la cocina del lugar, donde cinco cocineros asiáticos, anónimos e inmigrantes, multiplican esfuerzos para preparar los platillos que la mesera bonita llevará a la mesa de los comensales. Pero la construcción de la ficción no inicia cuando el público entra al foro en espera de que los actores salgan en escena. Empieza antes, en el vestíbulo del Teatro Santa Catarina, cuando aparentes meseras en kimono ofrecen té de jazmín y galletitas de la suerte a la concurrencia.


Dentro, una vez en el foro, la escenografía se encuentra en el centro del teatro y el público alrededor, lo que implica que un espectador mire de frente a otro espectador. Al hacerlo, ese individuo que tuvo ganas de ir a ver la obra se reconoce como espectador en otro que tuvo las mismas ganas.


A continuación, la acción se desencadena y con ella el ritmo frenético de una cocina que no se da abasto con los pedidos; se ven actores interpretando cada uno varios personajes: chinos que no son chinos, viejos que no son viejos, mujeres que son hombres, hombres que son animales. Los cinco cocineros son también los clientes, los inquilinos del edificio, traficantes, tenderos, una hormiga, una cigarra, aeromozas, los padres y los hermanos del muchacho que con la extracción de una muela perderá la vida.


Y lo mismo sucede con los elementos escénicos: un trapeador, por ejemplo, además de ser y utilizarse como trapeador en efecto, por medio de la evocación, la figuración y la analogía también es el cabello rubio de la mesera, los fideos de la sopa, "la cigarra" e incluso el cuerpo delgado de una guapa comensal que entra contoneándose en el restaurante. La escenografía, a cargo de Auda Caraza y Atenea Chávez, destaca por su versatilidad, su dinamismo y el aprovechamiento máximo de cada objeto que la integra.
Nada sobre escena sobra, la utilería no es decorado ni un intento de realismo, es también narración y un estímulo para la imaginación del espectador.


La puesta en escena de El dragón dorado logra transmitir con eficacia la profundidad, la energía y la agilidad del texto de Shimmelpfennig, traducido por Ana Graham (actriz, productora y diseñadora del vestuario). Se trata, además, de una obra y un montaje para un público participativo, pues la pieza no llegaría a buen puerto sin la ayuda de su atención y, sobre todo, de su imaginación activa. Situación que ayuda a enfrentarlo de lleno con la temática de la inmigración y la ilegalidad, de aquel muchacho con dolor de muela que no es nombrado como tampoco lo son ninguno de los cocineros; como si estando allí, en el restaurante, en el escenario o en las calles, no existieran, como si fueran invisibles.


El dragón dorado es una coproducción de la Dirección de Teatro de la UNAM y Por Piedad Teatro Producciones AC. Se presenta en el Teatro Santa Catarina, Jardín Sta. Catarina 10, Plaza Sta. Catarina, Coyoacán. Funciones los jueves y viernes a las 20:00, sábados 19:00 y domingos a las 18:00 horas.


Olga Zavala A.

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