Lorenzo Delfín Ruiz
Tiranitos democráticos
Una de las más notorias incongruencias de la democracia, como parte de los latrocinios de toda calaña que se producen en su sacrosanto nombre en todas las latitudes, la revela el hecho de que es una doctrina que le permite al pueblo involuntariamente elegir a sus verdugos.
¿Qué entidad está vacunada para oponerse al dañino contagio de barbarie oficializada que extienden por toda la República Mexicana gobernantes obtusos que aún con argumentos democráticos se conducen como auténticos tiranitos sin contrapesos políticos que les impidan sus abusos ni topes legales que detengan sus atropellos?
A juzgar por la realidad nacional, ninguna. Y a juzgar por el estado de letargo que guardan los intentos por modernizar el jueguito democrático, parece que (como dicen en mi pueblo) va a pasar su “tiempecito” para modificarla.
Por ejemplo, en el Distrito Federal, a cargo de Marcelo Ebrard, la ciudadana no ha pasado de ser una “jerarquía” más que utilitaria para legalizar procesos electorales, a partir de lo cual el gobernante paradójicamente la convierte en adversaria, pero fuente necesaria para el financiamiento de sus excesos.
Sólo la elite gubernamental parece que se salva de las brutales persecuciones y atracos institucionales que el Gobierno del Distrito Federal (GDF) le endereza con descarada impunidad al contribuyente para sostener, por un lado, al escuadrón burocrático que se encarga de aterrorizarlo administrativa y judicialmente, y por otro realizar toda clase de enjuagues con la obra pública, con el transporte y con los servicios básicos para mantener vivo al Distrito Federal, en una suerte de funcionarios mediocres dedicados al contratismo para hacerle su “cochinito” o su “guardadito” al patrón y financiarle, tal como se le ha denunciado, su futura campaña por la Presidencia de la República.
La dictadurita que ha sido erigida en el Zócalo capitalino (convertido hoy en espectáculo circense y mañana en lastimera concentración de vendedores ambulantes que el GDF mañosamente extiende por todas las plazas públicas, calles y estaciones del Metro, bajo rigurosas cuotas políticas y económicas que pretexta como una “profunda” y “responsable” política “generadora de empleos”), es sostenida por esa democracia imperfecta que hace 20 años engendró una Asamblea Legislativa desde donde se cocinan y avalan los saqueos a la ciudadanía, en vil complicidad con el GDF.
Más las que se acumulen en estos días, las imposiciones ebrardianas se cuentan por montones, desde el aniquilamiento de más vialidades para metrobuses inoperantes; aumentos en las tarifas del Metro, del agua y predial; cobro arbitrario de una cuota por una tarjeta de circulación vehicular con “chip”; aplicación del alcoholímetro como vía de exacción de dinero antes que para evitar accidentes; condicionamiento de la verificación vehicular al pago de la tenencia; imposición de parquímetros y sus tarifas; operación vandálica y de robo descarado de grúas concesionadas; garrotiza a vecinos que se oponen al Metrobús en la colonia Narvarte y a la Supervía Poniente en la Colonia Malinche; reforzar la vigilancia pública sólo donde es posible la extorsión; protección a delincuentes comunes y a maleantes de cuello blanco, jefes delegacionales entre ellos…
Con estos “atributos”, el Gobierno del DF se precia aún de ser en el país la izquierda más representativa… “Mercantilista, más mejor”, rectificaría comedidamente su director de Comunicación Social, agarrado en flagrancia en su descomunal tarea de traducir en “putiza” el término “tunda”, con lo que se perfila como el creador del nuevo diccionario institucional capitalino.
Ahí de plano las cosas no han de andar tan bien si es que hasta la Iglesia Católica, en nombre sea de Dios tachó de “talibán” al GDF.
miércoles, 5 de enero de 2011
Para Hechos…
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