El ''rollo'' de los secuestradores de Diego sugiere una organización armada con fines ideológicos
Felipe Calderón calificó de “rollo” el largo comunicado que enviaron a la opinión pública los plagiarios de Diego Fernández de Cevallos. Probablemente con tal descalificación Felipe pretende que restemos importancia al hecho de que el gobierno renunció a sus obligaciones elementales, “a petición de la familia” de Diego.
El hecho mismo de que se dijera que la intervención oficial podría entorpecer las negociaciones y poner el peligro la vida de Diego es un reconocimiento de la ineptitud del gobierno en el tema de la seguridad pública: ¿es imposible intervenir, investigar y actuar sin poner en riesgo la vida del secuestrado?
El ''rollo'' de los secuestradores de Diego sugiere una organización armada con fines ideológicos. Muchos piensan que se trata de un ardid para confundir, que no es sino una organización criminal con propósitos estrictamente económicos, pero a la que conviene dar la imagen de una guerrilla.
Si es así, o Diego no se percató en absoluto de esa situación (cosa difícil de creer, dado su colmillo) o aceptó hacer el juego a sus captores, validando las preocupaciones socio-políticas que expresan en su alegato. Diego se dice incluso comprometido con sus plagiarios a luchar por la justicia e igualdad en México, él que tanto se ha beneficiado de las triquiñuelas legales y el tráfico de influencias.
La dura experiencia lo habría sensibilizado en aquello que es el motor conductual del grupo que lo secuestró y obtuvo 30 millones de dólares por su liberación. Bueno, el escepticismo y sospechosismo se han apoderado de tal manera del ánimo nacional que muchos —particularmente la izquierda— piensan que todo fue un montaje para relanzar políticamente a Diego, y hacerlo un candidato competitivo a la presidencia. No me parece que sea el caso, y creo que Diego nunca quiso ser presidente, por lo cual menos ahora lo buscaría.
Volviendo a sus plagiarios, supongamos que, en efecto, se trata de una organización ideológica, preocupada por transformar la sociedad, la política y la economía nacionales. Entre muchas otras cosas, dicho movimiento justifica el recurso a la violencia como un ingrediente de justicia.
Quiso que el secuestro de Diego fuera tomado como “una demostración de que nadie, por poderoso que sea, puede ser intocable, una demostración de que con unidad de acción se puede doblegar la voluntad del enemigo y combatir la impunidad”.
Es precisamente lo que sucede cuando impera la impunidad, cuando crímenes como los de los hijos de Isabel Miranda de Wallace o Marisela Escobedo son relegados por las autoridades, y cuando la búsqueda legal de la justicia lleva al asesinato de la señora Escobedo.
Entonces más grupos e individuos pensarán que lo único eficaz será buscar justicia por propia mano, considerando la violencia —revolucionaria o no— como una vía legítima de justicia. Avanza el deterioro institucional
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