martes, 18 de octubre de 2011

Seudodiálogos para todo

Seudodiálogos para todo:


La semana pasada se reunieron (otra vez), en el Castillo de Chapultepec, el Presidente de la República y su gabinete de seguridad con representantes de organizaciones sociales y líderes morales como el poeta Javier Sicilia y María Isabel Miranda de Wallace para dialogar sobre las acciones que han de seguirle a la espiral de violencia a la que nadie, en toda la geografía del país, parece verle fin.


El diálogo, catalogado como la única vía democrática para alcanzar soluciones consensuadas, se va descomponiendo y a este nivel de reclamos y promesas, se torna ya como un recurso débil y desvalorizado ante los ojos de la sociedad. La palabra se abarata como propuesta demagógica a los problemas, se instalan mesas de diálogo con diferentes tópicos, las mismas propuestas, mucha parafernalia y nada de resultados, que incluso antes de lanzar la queja adivinamos la respuesta del acusado: ”yo soy el bueno, ellos los malos”.


Así, los gobiernos parecen ofrecer soluciones que representan un verdadero espejismo, se hace momo de que se escucha, casi creemos que se retroalimentan los diálogos por la paz, por la seguridad, por el respeto, por la economía y una lista interminable, pero fuera de los márgenes de la ilusión nos quedamos sólo con palabras.


¿Qué caso tiene un seudodiálogo, cuando se antepone el monólogo, la acusación a ultranza y los reproches? Para romper esta monotonía existen alternativas dialécticas y éticas mínimas a las que se refiere el filósofo alemán Jürgen Habermas: “Sólo pueden pretender validez aquellas normas que pudiesen contar con el asentimiento de todos los afectados como participantes en un discurso práctico. En las sociedades modernas, sólo es posible una comprensión pacífica cuando los ciudadanos acuerdan mutuamente sus propios intereses”.


Bajo este argumento y ante la carencia de verdaderos liderazgos, en los tres niveles de gobierno, como los de Blake Mora y Genaro García Luna, quienes están bajo la lupa de la sospecha, por comisión u omisión ¿quiénes serían los interlocutores válidos para tener una discusión verdadera y de altura?, sin que pretendan hacer esquivas las miradas inquisidoras de los líderes sociales o incluso del mismo Calderón.La falta de liderazgo se asoma también en el nombramiento de una inexperta como Alejandra Sota, convertida de la nada en vocera de seguridad, que a la postre se le pasará la factura. Por ejemplo, sería bueno que contestara algunas interrogantes, como ¿la aparición de 35 cadáveres en Veracruz no apunta hacia un nuevo e inusitado giro en la violencia en México?, o ¿no es posible hablar ya de un salto cualitativo en la guerra contra el narcotráfico? El gabinete comienza a naufragar entre el “síndrome Fox” y la filosofía de la Chimoltrufia, “yo como digo una cosa, digo otra”, generando que las posturas del responsable de la política interna Blake Mora y de la vocera de la Presidencia de la República no clarifiquen, por el contrario, generan mayor confusión.


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